Por: Nicolás Ramón Contreras Hernández*
23 de junio de 2016 y las campanas al vuelo como en el poema de Luís Carlos López, festejan los acuerdos en La Habana que no acabarán la guerra interna en mi país por miles de razones que la historia más reciente y la más lejana, se encargan de refutar
23 de junio de 2016 y las campanas al vuelo como en el poema de Luís Carlos López, festejan los acuerdos en La Habana que no acabarán la guerra interna en mi país por miles de razones que la historia más reciente y la más lejana, se encargan de refutar con su discurso de hechos contundentes, silenciados por un cándido optimismo que haciendo apología al avestruz, mete la cabeza en la arena para no ver la realidad que brilla a plomo limpio, con un establecimiento desdoblado en fuerzas legalizadas e ilegales, que siguen repartiendo bala a diestra y siniestra.
Cree una parte de la opinión pública privatizada y no privatizada, que al firmar unos acuerdos, cambiará la mentalidad tramposa de las élites de Colombia, ampliamente comprometidas con el nuevo colonialismo de las multinacionales y transnacionales como Monsanto, Banco Santander o Chevrón, que vienen ejecutando alrededor del planeta un nuevo orden mundial de feudos corporativos que he dado en llamar el nuevo feudalismo del siglo XXI, goloso engendro alimentado de más guerras y ejércitos irregulares de mercenarios, que en unos sitios se hacen llamar Al Keda, Mara Salvatrucha, DAESH o paramilitarismo.
El optimismo que hoy circula desde Telesur hasta CNN, parece un manto irracional de olvido sobre acuerdos firmados pero prontamente violados a lo largo de la historia nacional, como las miles de mujeres enviudadas a machete, motosierra y plomo, que han sido y serán desplazadas de los campos y despojadas de sus tierras, esas que el gobierno - rostro visible y representante de los poderes del oligopolio que dictan las órdenes desde el presidente hasta el alcalde- incumplirá, como sucede con el programa de restitución de tierras que se ha estrellado contra los muros de bala del paramilitarismo que su gobierno niega, porque la Fundación Nuevo Arco Iris se las bautizó en un informe con el nombre de BACRIM.
El acuerdo que hoy se firma en La Habana me hace recordar otras campanas lanzadas al vuelo, que luego terminaron en nada bueno para el pueblo, pero sí para los grandes cacaos que sostienen los poderes de Washington, que se han ido engullendo las tierras del campesino por miles de hectáreas y ahora amenazan hasta los páramos y zonas de reserva de la biósfera: lo peor es que no es sólo aquí, sino en el vecindario como en Brasil, donde la nueva modalidad de golpe parlamentario con el apoyo tácito de las fuerzas militares, ha significado una arremetida contra el Movimiento de los Sin Tierra, que empiezan a ser asesinados con la bendición silenciosa de CNN, Red O Globo o BBC de Londres.
El primer acuerdo pasado por el forro de las élites ultraconservadoras rojas, azules y sus derivados actuales fue el que dio término a la guerra de los Mil Días, que fue “refrendado” con el asesinato del general Rafael Uribe Uribe, en un complot que comprometió al Vaticano, la Iglesia Católica y los terratenientes conservadores y liberales, según el historiador Philip Potdevin (2014) y Adelina Covo (2014). Lo mismo sucedió con Guadalupe Salcedo luego de los supuestos acuerdos de paz con las guerrillas liberales del llano que surgieron del crimen de Jorge Eliecer Gaitán, una copia casi exacta del crimen de Uribe Uribe, que nutrió el paso del liberalismo al comunismo en las guerrillas que aún persisten y persistirán, gracias al nuevo feudalismo del siglo XXI.
Están frescos en mi memoria los pactos de paz del gobierno Betancur que terminó convertido en un baño de sangre a partir de 1984, porque los industriales y terratenientes que manejan las fuerzas militares se atravesaron como burro muerto y dieron al traste como lo harían más tarde, con los acuerdos de paz entre 1989 y 1991 que se saldó con más de diez mil asesinatos políticos, en una trama que la misma prensa privada ha develado, como el resultado de una alianza entre el estado, los narcotraficantes y las fuerzas militares que armaron el paramilitarismo que ahora llaman BACRIM y que cuenta entre sus víctimas, desde humoristas como Jaime Garzón, hasta guerreros que persistieron tercamente en firmar esta paz como Carlos Pizarro León-Gómez, quien sobrevivió a dos atentados de las fuerzas militares para firmar el primer acuerdo durante la era Betancur.
Hoy cuando las campanas se lanzan al vuelo, luego de los discursos de Santos y Timochenko – los principales actores de este nuevo intento de paz pegado con saliva- no dejo de recordar los asesinatos de Óscar William Calvo – el promotor del movimiento constituyente- o de Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Toledo Plata, en una lista que nada más a la UP le costó la muerte de más de 5 mil de sus miembros, con el mismo manto de impunidad y con ayuda del paramilitarismo, santificado por RCN, Caracol, NTN 24 Horas y sus réplicas radiales e impresas inscritas en el sindicato de ANDIARIOS, los mismos que pagan la publicidad que convierte a Uribe en opositor de Santos y un héroe verraco, que por cierto, jamás prestó el servicio militar, ni él, ni sus hijos y sus nietos, pero ha sido elevado a la categoría de Rambo de civil ¿Por nuestro Rambo de pacotilla no arma con Tom y Jerry una milicia y se lanza a la guerra por lo menos con el ELN sí tanto le gusta la guerra?
Mientras Santos habla en La Habana prometiendo la entrega fallida de las tierras a los campesinos despojados por los paramilitares, que ahora tienen hasta visible representación parlamentaria y con desparpajo se jactan de sus ejércitos anti restitución, me voy llenando de más desconfianzas, porque este no sólo fue el ministro de guerra de Uribe, sino que también le prometió lo mismo desde su primer mandato a los desplazados que iban a volver a sus terruños prontamente, promesa que se estrella contra el gatillo y la motosierra de los paracos que Arco Iris le bautizó a Santos como BACRIM. Esa entrega no será posible, porque sí este presidente marullero no ha sido capaz de cumplir la Ley 160 de 1994 que establece las zonas de reserva campesina, mucho menos será capaz de cumplir con una promesa de negociación, que no cumplió antes ni cumplirá ahora.
¿Cómo creerle a un presidente que hace parte de un proyecto global de concentración de las riquezas, cuyas fuerzas militares acaban de masacrar a 3 campesinos en el más reciente paro agrario, cuyos acuerdos ahora incumplirá con la misma frescura? Y no lo hará con todo y acuerdos tripartitos, porque a los militares de la CELAC y de la ONU, se los pasarán por el forro los paramilitares que empezarán a matar a los líderes guerrilleros que se desarmen. Es que mientras se firma la paz, los paramilitares ocupan posiciones en más de 150 municipios del país, conformando una doble tenaza desde el Cauca y desde Córdoba, que abre sus fauces en la frontera Colombo Venezolana, movimientos tácticos supervisados por el Comando Sur de la USA Escuela de mal hechores de guerra en Panamá.
¿Cómo creerle a Santos y a Peña Nieto que están de garantes en los acuerdos de paz en La Habana que se incumplirán en Colombia, sí el pago que le está dando en este momento el gobierno de mi país Colombia – junto al de Méjico- al gobierno de la Venezuela Bolivariana, es el de conspirar al servicio del Pentágono para abrir la caja de Pandora en la OEA que intenta aplicarle una espuria carta que no es democrática? Eso es una prueba no despreciable, porque evidencia como estas oligarquías comandadas por Washington como siempre, se pasan por la faja los mismos principios constitutivos de este organismo que es un nido de alacranes, encabezado por una alimaña como Luís Almagro. Y esta vez contaron con 20 votos de países traidores que estuvieron representados en La Habana, como Michelle Bachelet, la traidora con banda presidencial del Chile siempre pinochetista.
Pensar que en Colombia ya empezó la paz con estos acuerdos que se firman sin allanar hasta el fondo detalles concretos como el control al paramilitarismo, es pensar como un ingenuo sin remedio que desconoce la globalización como proceso y proyecto de choque entre el socialismo del siglo XXI de los países independentistas como Venezuela, Ecuador, Siria, Irán o Nicaragua y el feudalismo del siglo XXI que impulsan la Unión Europea y USA, como países a la vez bases geográficas históricas de las corporaciones que hoy aprovechan la formalidad de los Estados hegemónicos actuales, con todo y sus ejércitos legalizados, para invadir, saquear y promover masacres en cualquier lugar del mundo que consideran de su propiedad.
El paramilitarismo es el arma del nuevo feudalismo en nacimiento y lo necesita para exterminar al socialismo del siglo XXI, así como emplea con descaro al DAESH y al terrorismo Takfirí, para someter a países soberanistas o independentistas como Siria. Así como las fuerzas de la naciente burguesía neocolonial se aliaron para asesinar al general Rafael Uribe en 1914, hoy las burguesías y las monarquías que desempolvan sus blasones y los reinstalan en Libia, se preparan para una nueva batalla y quien crea que la ONU es una garantía de contención y sirve para algo, que revise cómo se hicieron las masacres en los campos de refugiados en Shabra y Shatila por parte del régimen sionista. No se descarta un ataque paramilitar o militar a los campamentos o zonas veredales que alberguen a quienes hacen la dejación de armas.
Quien olvide que Colombia hace méritos para convertirse en el Israel de Suramérica en feroz competencia con Mauricio Macri, olvida el atrevimiento y sevicia del paramilitarismo y de sus amos, que ya patearon la mesa de la convivencia hemisférica de gobiernos en la diferencia, que dio nacimiento a la CELAC, un organismo moribundo que será tragado por la OEA, debido a la ingenuidad del comandante Chávez quien pensó junto a Raúl Castro. que alguna vez en su vida las ultraderechas cumplirían acuerdos y mucho menos cuando quien los propuso, es un odiado zambo.
Y ahora la ultraderecha está de vuelta. Y sigue ganando espacio por un humanismo de izquierda ingenuo que al llegar al poder, se olvidó que allí se llega para ejercerlo y cuando eso no se hace, la ultraderecha se crece y hasta se gana el fervor de las masas y del pueblo, un ente nada sabio que sigue por instinto al fuerte y no al benevolente, un recurso del cerebro reptil que asocia fortaleza con seguridad para todos. Y por eso la izquierda está contra las cuerdas y no da con una contención eficaz a una ultraderecha mundial organizada y que viene por todo, que ya dispone de nuevas formas de embrutecimiento para hacer como en Argentina, que ese pueblo vote por quien hoy lo está poniendo a pasar hambre y lo devuelva a la miseria:
Tanto en Colombia como en Venezuela, ante una consulta popular, sí no se toman medidas, el retorno represivo de la derecha al poder será una pronta realidad. Tiene razón Carlos Zapata cuando al referirse a los acuerdos de paz los presenta como una oportunidad calva, salvo que la oportunidad Colombiana a diferencia de la diosa Kairos, no tiene ni mechones ni lanugo. Por algo el presidente Santos una vez aseguró la paz con las Farc como auténtica capitulación, no dudó en meter a la cárcel a Carlos Velandia el embajador de buenos oficios para el diálogo propuesto por el ELN que hoy sufre un proceso amañando, de parte del mismo sistema judicial corrupto, que deberá administrar la paz desde los tribunales de justicia.
Bibliografía:
Covo, Adelina (2014). Una historia tenebrosa. Editorial Panamericana.
Potdevin, Philip (2014). En esta borrasca formidable. Editorial Panamericana.
Centro de Memoria histórica (2016). Los proceso de paz con el M-19, el EPL, el Quintín Lame y el PRT desde 1989 a 1991. Recuperado de: http://centromemoria.gov.co/wp-content/uploads/2013/11/Los_proceso_de_paz_con_el_M.pdf
* Ciudadano de la Región Caribe en la República de Colombia. Red Independentista del Caribe. Observatorio de medios y estudios académicos desde perspectiva de género y etnia.