Por: Juana Pérez
Recientemente, el Ministro de Hacienda y Crédito Público Mauricio Cárdenas, radicó en el Congreso el proyecto que contiene los rubros asignados para el presupuesto 2016, denominado Austeridad inteligente.

Iniciativa que definitivamente ha generado una gran polémica en el país.
Al respecto, empezamos por recordar que la silenciada inestabilidad económica que vive el país, viene de tiempo atrás. En el primer trimestre entre 2014 y 2015, el crecimiento de la economía colombiana decayó del 6,5 al 2,8 por ciento, Es decir, el golpe se veía venir.
El presupuesto nacional para el 2016 es de 215,9 billones de pesos. De los cuales 126,6 billones de pesos van para gastos de funcionamiento y 40,6 billones de pesos para la inversión, monto que disminuyó en un 11 por ciento. Esto sin contar algunas cuentas por pagar en el futuro, enunciadas por la controlaría, es decir, el pronostico es reservado.
Cárdenas afirmo “... también actuamos con firmeza al reducir el presupuesto de funcionamiento e inversión” es decir, el pago de la deuda es intocable, proponen que para el 2016 sea de 48,6 billones de pesos. Manteniendo el monto designado para el 2015, el cual aumento en un 15 por ciento en relación al 2014. Ciertamente nos encontramos ante un país supremamente endeudado, que pone por encima de la inversión económica y social, el mantenimiento del yugo de dependencia con la banca y los organismos internacionales.
El modelo económico colombiano, ha venido sufriendo importantes cambios, con la intención de responder a las demandas del capital internacional. Los beneficios de la renta petrolera, se ven fuertemente cuestionados, la caída del precio del barril representó una reducción de 24 billones de pesos para el 2016. Todo esto teniendo en cuenta que Colombia no es un país petrolero.
Esta reducción la sufre de manera considerable el sector agropecuario, quien ve disminuido el rubro en el 38 por ciento, esto evidencia claramente las prioridades del gobierno nacional y el desprecio de éste como una de las fuentes importantes de ingresos. Queda en el tintero, el fomento a la economía campesina y el apoyo a los campesinos, quienes vienen denunciando su progresiva pauperización, adicionalmente queda sin respuesta, la materialización de los acuerdos realizados con el movimiento campesino en el paro del 2014, es decir los 250.000 millones de pesos para los diferentes proyectos productivos de las comunidades.
Como era de esperarse, el sector de Defensa y Seguridad que aumentará su presupuesto en un 5,4 por ciento, representa el segundo mayor monto proyectado, a diferencia de otros sectores como la industria, el comercio, la ciencia y la investigación que disminuyeron. Permanece la pregunta sobre la inversión en el proceso de paz, teniendo en cuenta que es uno de los pilares del actual Plan Nacional de Desarrollo y la máxima bandera del actual gobierno.
Aunque el sector educativo tiene el mayor rubro, aun por encima del gasto en guerra, lo cual es sorpresivo, es necesario tener en cuenta el actual modelo educativo con ánimo de lucro, concentrado fuertemente en el sistema de créditos con el FINDETER y la acelerada privatización de la educación técnica, tecnológica y superior. La deuda histórica y el déficit con las universidades públicas queda pendiente.
Aunque el manejo del presupuesto nacional se ha encontrado en manos de las altas esferas del poder, lo cierto es que es competencia del país en su conjunto, pues bajo la lógica del establecimiento, la parte inteligente de la austeridad radica, en que la crisis la pagaremos los pobres.
Las propuestas en torno al aumento de la recaudación a través de impuestos, como siempre empieza a coger fuerza, el aumento del IVA es expresión de esta perspectiva. Ahora bien, una verdadera salida a la crisis sería la implementación de impuestos más severos a las multinacionales y grandes ricos del país, quienes sí tienen la capacidad monetaria de soportar el déficit. Evidentemente estas cuentas bancarias son intocables, pues el mismo presidente Santos tendría que intervenir en su presupuesto familiar.
Esta vieja economía, concentrada en un mercado global que tiene como único propósito ganar dinero, sin tener en cuenta los valores, la humanidad y la naturaleza, representa un grave peligro para nuestras vidas, pues esta gran torre de acumulación está asfixiando a los pueblos del mundo, es menester plantearnos un nuevo modelo económico, puesto en función de las grandes mayorías mediante la distribución equitativa de las riquezas de nuestro país y nuestra América.













