Por: Luis Carlos Guerros Ortega
Los escándalos de conspiración y de corrupción en las Fuerzas Armadas, no son accidentales ni son una simple expresión de errores individuales, que desconocen las directivas militares o las políticas oficiales. Tampoco creemos la tesis del Presidente sobre el desmadre de las Fuerzas Armadas, por obra de “manos oscuras”, que cometen toda clase de fechorías.
Existe una tendencia estructural desviada dentro de las Fuerzas Armadas y lo que se requiere es un cambio global en la doctrina, la cultura, los principios y la mentalidad de quienes deben portar las armas de la República, para tener una nueva institución legítima y legal, patrimonio de todos los ciudadanos y ciudadanas, que no sea un instrumento al servicio de una minoría oligárquica, emparentado con el mundo de la mafia y subordinado a intereses foráneos, dispuesto para la agresión y el sometimiento del pueblo.

Foto: Revsita Semana
Espías conspiradores
Fue puesto al descubierto un inmenso aparato de inteligencia destinado a vigilar a los ciudadanos, fundamentalmente a las organizaciones opositoras al régimen y a todo aquello que huela a corriente política disidente. Cuyos tentáculos alcanzan a afectar al presidente y a su familia, en una abarcadora conspiración que agrava la desestabilización en el país, y obliga a revisar a fondo todo este andamiaje ilícito.
El país entero necesita conocer los objetivos y el destino de estas operaciones de inteligencia, porque en la historia del país conocemos de sobra, que la inteligencia militar ha sido vendida a distintas mafias, para cometer numerosos crímenes de Estado.
CVY militar
El “¿cómo voy yo?” (CVY), guía conocida de los corruptos, sean funcionarios, políticos o contratistas, tiene penetradas a las Fuerzas Armadas.
El gasto militar que mantiene el régimen, coloca a Colombia con un gasto mayor que el de Brasil, que le destina 33 mil millones de dólares cada año, siendo que este país tiene una población 4 veces mayor y un territorio 8 veces más grande, que el nuestro. Este multimillonario gasto, como botín de reparto de la alta oficialidad, ha sido puesto al desnudo con el escándalo de corrupción en la contratación y de corrupción en la administración de justicia, para los militares juzgados por las ejecuciones sumarias, conocidas como Falsos Positivos.
La victoria militar anunciada por el régimen, es el triunfo del enriquecimiento ilícito e ilegal, en función de engordar a la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas, quienes lejos de ser garantes de soberanía nacional, son garantes de la entrega de la geografía patria a las transnacionales, de las cuales reciben dineros que pagan el favor de desplazar a la población y brindar la llamada seguridad inversionista.
Está fresca en la memoria de Colombia el engorde de las chequeras militares producida con los asesinatos de jóvenes y pobladores del campo y la ciudad, los cuales hacían pasar por guerrilleros dados de baja, crímenes denunciados como Falsos Positivos. Cuestionados están los ascensos militares medidos por la cantidad de sangre, producida matando a inocentes a nombre de un exterminio y supuesta derrota de la insurgencia. Las Madres de Soacha y miles de ellas lloran a sus familiares, mientras los militares andan sueltos gozando de sus fortunas y ascensos mal habidos.
La simbiosis entre el régimen y los militares
Cuáles “manos oscuras”, si desde el alto gobierno, no ahora, sino desde hace décadas, se impulsa la aprobación de una agenda legislativa que cierra todo el circuito de la criminalidad estatal y paraestatal, solidifica la solidaridad de cuerpo y asegura la impunidad a todas las violaciones a los derechos humanos. Muestra de ello fue la aprobación de la Ley del fuero militar, cuestionado nacional e internacionalmente por violar toda la juridicidad internacional y amparar a los militares, con una legalidad que ofende la humanidad.
Hoy se siguen destapando los lujos y privilegios que gozan en los lugares de reclusión, los militares investigados por la Justicia penal militar. Les convirtieron en palacios de criminalidad, las Bases y Batallones donde están recluidos, dando la impresión de estar detenidos, pero están más libres cometiendo fechorías. Asegurar que sigan delinquiendo parece ser la misión de la Justicia penal militar.
Algunos de los altos oficiales pillados en flagrancia apenas fueron suspendidos de sus funciones, en una operación de maquillaje ante una ciudadanía molesta, la cual ve cómo la guerra ha servido para engordar a toda una estructura militar, la cual piensa más en sí misma, que en el bienestar y dignidad de la patria.
Toda esta condescendencia y privilegios permiten demostrar cómo el régimen necesita de los militares y cómo estos viven de él.
Nuevas fuerzas armadas
La paz no puede consistir en un simple retoque a la institución militar, para maquillarlas y hacerlas presentables. Se requieren cambios de fondos a una institución que está produciendo tan mal ejemplo para el país y el mundo. Colombia necesita de unas nuevas Fuerzas Armadas formadas en las mejores tradiciones de la incorruptibilidad, la defensa de la soberanía y el patrimonio nacionales, la vida de los colombianos y colombianas, de probada integridad ética, para que sea un orgullo pertenecer a ellas y no una vergüenza.
Para que la paz sea una certeza que se anide en el corazón de los colombianos es preciso remover toda la estructura y doctrina de las Fuerzas Armadas. Ese es el horizonte de cambios.














