La mujer en el campo (rural) – Colombia.

Linea Formación, Género y luchas populares

Por: Yeny Pino - Kavilando

En las zonas rurales, las actividades cotidianas están divididas claramente entre los oficios domésticos y la labor productiva con la tierra. El trabajo doméstico, es de las mujeres, siendo esta una actividad monótona, repetitiva y poco exigente

Foto: Andreu Vilardel.  Vereda del Norte de Antioquia

El día de una mujer se compone de lo mismo: se levanta, prende el fogón de leña, monta la aguapanela, espera que los demás de la casa se levanten para servirles los tragos.

Los hombres se van, y ella se queda preparando el desayuno. Cuando está listo, llegan ellos a desayunar, o a veces, ella lo lleva hasta donde están trabajando.

Regresa a las labores del hogar: tender camas, barrer, lavar grandes cargas de ropa con caparazones de pantano, etc., tareas que le lleva mucha parte del día.

Posteriormente, se sienta a ver la novela, y en los comerciales a montar el sancocho o los frijoles, en el torturante fogón de leña. La que no tiene luz, para ver novelas, dedica su tiempo libre a visitar las vecinas.

Llegan ellos, almuerzan, y le queda a ella la tarde libre para ver más novelas,  para lavar más ropa o visitar a las vecinas para hablar de las novelas.

En la tarde empiezan a llegar los de la casa, cansados, enmugrados, con sed y hambre.

Ella se apresura a atenderlos, principalmente a los hombres; ellos no preguntan nada, ni cómo estás, ni cómo te fue….ni nada, se supone, para ellos, que ella no hizo nada nuevo, no hay nada que preguntar, y ellos poco hablan con ella.

Termina la luz del día, y empiezan las novelas de la noche, se hace tarde viéndolas, y opinando sobre ellas.

Después de un día, como cualquier otro, el marido llega con su necesidad sexual, aparentemente, ella no tiene problema con cumplir esa otra tarea del día.

Pasan todo el día atendiendo a cada uno de los integrantes de su familia, facilitándoles la vida, dándoles vida cada momento.

Todos le exigen y nadie les da, nadie les agradece, y él, su marido, no la quiere, no la escucha, no la observa, solo la ve venir con el plato de comida, con la ropa limpia, con los niños en brazos. Cuando la oye es porque reventó a cantaleta. Él huye al silencio, y nadie la escucha.

Las mamás les enseñan a sus hijas estos oficios a temprana edad, para que puedan encontrar un “buen marido” que las mantenga; le enseñan igualmente a sus hijos, hombres, como es una “buena mujer”, y en la adolescencia empieza la tarea de buscar esa pareja.

Muchas mujeres se aburren en esta forma de vida, como cualquier ser humano, algunas ya no quieren cocinar,  no quieren lavar, e incluso, no quieren a su marido.

Muchas, están ahí porque no ven otra opción: están limitadas para sentir otros cuerpos, para soñar, para decidir, para huir; se frustran, alegan todo el día, no soportan su vida, no se soportan. Piensan que ya nunca podrán ser felices.

Algunas mujeres jóvenes se han ido para la ciudad, otras han optado por el suicidio.

Ellas le huyen a la insatisfacción; a quedar en la mínima expresión del ser humano y del ser mujer, a que su sexualidad sea sólo un deber.

(...)

Nota.

1.          Se le llama al primer chocolate con galleta que se consumen en la mañana

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